Aldous Huxley, Las agallas de El Greco. Casimiro Libros. Madrid 2013.
Contenido: Variaciones sobre El Greco.- Huxley.
Meditación en torno a El Greco.- Huxley.
El nuevo Greco.- Roger Fry.
Os recomiendo la lectura de estos estudios breves reeditados el curso pasado pues en ellos encontraréis casi todos los temas tratados y analizados tanto en clase como en las múltiples visitas llevadas a cabo a las exposiciones en Toledo.
Huxley (1894-1963) inicia la andadura de este librito informando acerca de los escasos datos biográficos de que disponemos sobre El Griego de Toledo (1541-1614) para adentrarse inmediatamente en la descripción de las cualidades humanas del mismo -rebeldía, terquedad, espíritu luchador- y en sus valores intelectuales, de sobra conocidos en la visita que realizamos al Museo del Prado donde se expusieron las principales obras de su biblioteca.
De entre la numerosa nómina de escultores, pintores, arquitectos o filósofos a cuyas obras se acercó El Greco, el ensayista británico menciona y destaca a Dionisio de Areopagita, cuya doctrina neoplatónica (Teología mística) así como la de los italianos contemporáneos al cretense no dejarían de ejercer peso en la concepción y obras del pintor sumadas a la ya adquirida desde la ejecución de los iconos bizantinos.
A dichas ansias místicas les rendía culto el pintor griego y a ellas dedicó su peculiar modo de conocimiento del mundo, sus puntos de vista, su empeño por narrar con pinceles historias religiosas que fueron paulatinamente disociando lo terrenal de lo divino; el tratamiento teório y personal de la luz, estudiando los efectos lumínicos del día y de la noche, observando, como su maestro, Tintoretto (1518-1594), su incidencia sobre pequeñas figuras o maquetas.
La organización y sistematización de este mundo intimista, a decir de Aldous Huxley, abarcaba tres fases en mayor o menor medida esbozadas o desarrolladas a lo largo de su trayectoria estética. En primer lugar, la historia narrada de los Evangelios o la vida de santos; en segundo término, la ya mencionada, la que une al hombre con Dios. Y, por último, una tercera esfera no buscada de manera consciente: la que narra los episodios inquietantes que transmiten sus cuadros a través de su peculiar y excepcional manera de tratar el espacio y las formas que lo ocupan.
Respecto del espacio, el ensayista observa que, paulatinamente, va desapareciendo la descripción paisajista. En este sentido, son interesantes las reflexiones de Huxley acerca de la metafísica de los poetas románticos sobre el Espíritu de la Naturaleza, idea en cierta forma anunciada por el autor de El expolio
Sin embargo, la ausencia de la naturaleza da paso, como dijimos, al paisaje humano:
En la tierra y en el cielo, apenas deja sitio para nada,
afirma Huxley para hacer valer la originalidad del pintor y su estilo manierista.
Y respecto de las formas, se trata de protagonistas que, como Jesucristo, los santos, apóstoles, nobles,… son representados, de manera figurativa o abstracta, como seres arrobados ante la presencia de Dios y en un movimiento siempre ascensional y centrífugo personalísimo y aprendido de Tintoretto.
Para el autor de Un mundo feliz, El Griego de Toledo es un autor que alcanza altas cotas en lo que respecta a las abstracciones que suponen la perfección estética de un pintor con talento. Hacia ese mundo, el de la abstracción, vierte el simbolismo religioso rechazando el recogimiento de los iconos bizantinos.
En Meditación en torno al Greco, Aldous Xuxley especula, a través de una serie de conjeturas, en torno al significado de un curioso cuadro de El Greco, El sueño de Felipe II en el que la presencia de una ballena que engulle montones de figuras humanas lleva al escritor a interpretarlo puesto que no existen trabajos que desvelen tales símbolos.
Asocia las fauces de la ballena a otras representaciones, la mayoría durante la madurez del pintor cretense, en las que gran parte del mundo aparece “engullido “ por fauces abstractas y concluye que en esas cárceles viscerales transitan los valores religiosos así como el éxtasis de los santos.
Por último, a modo de apéndice complementario al análisis de los trabajos anteriores, Roger Fry (Londres, 1866-1934) sitúa en la concepción barroca cultural y en la definición de la obra artística como suma de pequeñas partes subordinadas a un todo amplio, la significación de los cuadros del artista cretense.
Menciona también el ritmo tanto acelerado como pausado; lo terrible de la naturaleza y, además del melodrama que interpretan los personajes, la impactante impresión de que éstos se debaten consigo mismos por expresar al espectador su arrobamiento. Fry compara estas características y técnicas del autor de El entierro del conde de Orgaz con las mismas de Bernini. Las consideraciones sobre Poussin (1594-1665) y el Greco, sintetizadas en Cézanne, ponen broche final a este breve y magnífico ensayo.
Carmen Montero Arte jueves 19.30