EL IMPRESIONISMO EN LA PINTURA DE REGOYOS Y LA GENERACIÓN DEL 98
El paisajista Darío de Regoyos ( Ribadesella, 1857 – Barcelona,1913) moldeó en España negra las impresiones y sentimientos experimentados tanto por él mismo como por su amigo, el poeta belga Émile Verhaeren (1855-1916) durante su periplo artístico por nuestras tierras.
La obra, publicada en principio por entregas, de 1888 a 1898, y posteriormente recopilada, traducida del francés y organizada por Regoyos, testimonia no ya un viaje físico que se inicia en San Sebastián y termina en Madrid (El Escorial) sino un viaje espiritual profundamente apegado a una doble óptica artística, pintura y poesía, herramientas con las que el tándem Regoyos-Verhaeren examina en profundidad, con dolor y pasión, la España decadente, trágica y triste.
Verhaeren desvela, como testigo, en 1914, cuál es el origen de este concepto y término : Darío Regoyos se ha esforzado en pintarnos la España provinciana, silenciosa y sombría. A él le gustaba llamarla la “España negra” Toda su vida estuvo obsesionado por ella. Incluso cuando se sintió atraído por el impresionismo luminoso…
Esta sutil sensibilidad se hace una, en perfecta simbiosis, con la actitud personal, vital y artística, de los intelectuales escritores de la generación del 98 de los que Darío Regoyos parece ser su pincel. En efecto, la paradoja de la negrura del impresionismo luminoso a que se refiere el poeta belga no difiere de la también paradoja expresada por Unamuno acerca de las aguas tranquilas que recorren el fondo del bravo mar Cantábrico. O no difiere de un Valle Inclán quien, en pleno auge del estilo modernista, propio de las Sonatas, nos permite ya asomarnos a incipientes rasgos de expresividad distorsionadora de la realidad. O de un Pío Baroja, al que la exaltación del pasado no le impide deplorar la situación educativa y científica de su sociedad contemporánea.
Esta sutil sensibilidad es también la que aflora en los conflictos convulsos desde la Revolución de 1868 con su consiguiente enfrentamiento entre partidarios de la Monarquía (Amadeo I 1871-1873) o la República (1873-1874) y en el contexto histórico del conflicto hispanpo-estadounidense, que finalizó con la pérdida colonial, y que se analizó a lo largo de la historiografía como el símbolo vivo de la decadencia española y el fin del imperialismo en el que España se constituyó en primera potencia mundial. Al tiempo, España lucha por adaptarse al progreso frente a un conservadurismo vaticinador de apocalípticos sucesos.
El paisaje será el primer protagonista y transmisor de este fuerte impresionismo de subjetividad, a veces exacerbada, y con cierto arraigo romántico:
Víctimas de la fiesta.
Regoyos describe Sigüenza como…Pueblo desvencijado, cayéndose a pedazos, y que parece hecho para un poeta o pintor. (España negra)
El desencanto, la abulia, la ausencia de reformismo, el atraso cultural y espiritual son temas que impregnan el ánimo y el alma del artista así como el paisaje, que contendrá hasta en la mínima pincelada, hasta en el mínimo átomo de la imagen puntillista, hasta en la mínima metáfora, la presencia de la muerte: …una iglesia color pimienta de Cayena y piedra pómez, con el mar a sus pies. Llegábamos a Guetaria la Vieja. El interior, en estado ruinoso y oscuro como una mina (España negra).
Razona Verhaeren que la muerte se instala en España en la vida como en los ensueños…En tu país la muerte… la celebran como una gran Santa y en el cementerio la ceban como una glotona”.(España negra).
Azorín también se hace eco de rumores funestos cuando tiñe de miserable pobreza los campos castellanos en su obra: Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas, de estos barrancales pedregosos, de estos terrazos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas, de estas quiebras aceradas y abruptas de las montañas; Las auras marinas no llegan hasta estos poblados pardos, de casuchas deleznables… (Castilla)
Las luces, las sombras y la intensidad del color, elementos que construyen la imagen impresionista captada al vuelo y roban instantes al tiempo para perpetuarlos, se abrazan a la muerte, perfilan la vejez, el pueblo, las prácticas religiosas, los símbolos eclesiásticos.
En primer lugar, Darío de Regoyos se constituye en el pintor de lo violáceo para buscar y definir así, desde todas sus gamas, lo que se ha dado en denominar el ser de España:
El morado se hace también crepúsculo para simbolizar no ya la muerte del hombre, sino el luto de la vivencia religiosa personal e intimista del pueblo que camina junto a la catedral de Burgos y bajo la imperturbabilidad de su grandeza
Y la generación del 98, en comunión, se expresa con singularidad literaria: Anochecía y la luz del crepúsculo daba al yermo y riscoso paraje entonaciones anacoréticas que destacaban con sombría idealidad la negra figura del peregrino. VALLE INCLÁN: Flor de santidad
Las luces, las sombras y los claroscuros dejan constancia más que evidente del peso de la religión, del fervor de beatas, de la fuerza dramática de las procesiones teatralizadas, del temor inexorable de la muerte en el entorno de funerales. En la obra teatral de Azorín, Lo invisible, la ignorancia, embrutecimiento y supersticiones son sentidas como ancestrales por el campesinado quien aguarda, aterrorizado, que la dama negra, simbolizada en la figura de un segador, llame a sus puertas. Y es que una enfermedad contagiosa se estaba cobrando la vida de muchos niños.
En este cuadro, el poeta- pintor recorre un camino a través de una iconografía simbólica, de izquierda a derecha: de nuevo la Crucifixión de Jesucristo sumida en el dolor de las tinieblas hasta la luz de la Iglesia y la salvación por medio de la llama de la fe en ascensión hacia los cielos. Al tiempo, en ese ambiente frágil y fugaz, las nubes y el suelo mojado repiten con su colorido, brillos y luces, la escena.
El claroscuro también convierte en barrocas las imágenes pintadas por Regoyos y, aún más allá, en inicio esperpéntico valleinclanesco, al invadir la luz los rostros de la figura, técnica deformadora de la realidad, como aludíamos al comienzo. O acentúa el dramatismo del desfile de las imágenes religiosas, de la genuflexión y los sonidos de las campanas y trompetas casi perdidos entre la niebla. En la actualidad, la Santa Escuela de Cristo, perteneciente a la demarcación territorial de la Diócesis de Vitoria, informa de que en Viernes Santo, en Orduña, transcurren cinco procesiones: la de La Cruz, El Encuentro, El Calvario, El Santo Entierro y El Lignum Crucis.
Regoyos recoge el testimonio de Verhaeren respecto de otras escenas luctuosas en su Espeña negra: Concluido el funeral, cada uno apagó su cirio con los dedos mojados de saliva. Las mujeres por su lado desfilaron, y el duelo compuesto de hombres solos con capas enormes acompañaron a la difunta al campo santo. Allí dos grandes cipreses como candeleros negros se destacaban sobre el mar. Hasta la propia naturaleza, cipreses, se convierte en fúnebre imaginería, candeleros negros.
El caserío, las iglesias, las casonas, calles, caminos pedregosos se integran mediante luz y color de nuevo al paisaje como es el caso en este magnífico cuadro. Incluso la figura humana forma parte del propio paisaje. La piedra del monte dialoga con la piedra de la construcción. Los balcones se miran unos a otros, ajenos, como las figuras humanas, apenas esbozadas, permanecen también ajenas al mundo luminoso y diáfano que existe fuera del pueblo donde habitan.
Calle de Durango
La vejez ocupa los espacios: Una vieja vimos en la que se reflejaban las miserias del país, secos, de cerros pelados; en su cara pajiza y descompuesta, se veían los colores de aquellos desiertos y las huellas de la vida de sufrimientos en tan duro clima (España negra)Y, de nuevo Azorín se detiene en lacontemplación del paisanaje: Estas viejecitas de luto, con las manos pajizas, sarmentosas…van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, mirando al cielo…
La luz eléctrica sugiere nuevas formas con que puede jugar la materia:
O puede iluminar el camino que recorren la vida y la muerte juntos, simbolizados en el río y la nieve respectivamente:
El progreso puede mantener, paradógicamente, importantes vínculos con el morir de una España decadente a través del negro-tren; negro-procesión. Y, por tanto, puede estar aún ajeno y distante, pese a llevar caminos paralelos, con el estatismo cultural y espiritual.
Sin embargo, por ejemplo, para Clarín, autor naturalista, el tren no es ajeno, no se inhibe de él, sino que lo critica y rechaza en su espléndida narración Adiós, Cordera.El ferrocarril es ya un elemento transgresor de la paz bucólica del prado que puede acarrear consecuencias terribles.
Y, por último, destaquemos la presencia de la mujer inmersa en todo el contexto social que venimos tratando. Cuadros como los de “La fe te salve” o “El retrato de la señora de Aranaz”han contribuido a mantener viva la imagen mítica de mujer abnegada, ensimismada, beata y profundamente religiosa, amante del hogar, considerada fiel baluarte de la familia. Han caminado de la mano de otra idéntica visión como fue la mantenida por los novelistas del realismo de mediados del s XIX. De hecho, han ilustrado gráficamente muchas ediciones de sus obras .
Aunque el impresionismo se opone a la técnica de reproducción de la objetividad que caracteriza al realismo, es cierto que podemos intuir en las miradas de estos retratos el sentimiento trágico de la vida de estas mujeres, utilizando expresión unamuniana, cuando quedó fijado el tipo de personaje en las narraciones de Galdós o, el anteriormente mencionado, Clarín, por ejemplo.
Podemos intuir también cómo el análisis paciente de la introspección psicológica de la mujer del XIX por parte de estos autores se adentró en la deriva de la misma hacia una doble moral: mantener un comportamiento oficial, de cara a la galería,de esposa fiel y creyente y, por otra parte, paliar la insatisfacción a que queda abocada la mujer decimonónica y satisfacer el apetito sexual por medio de la ocultación de un amante.De ahí la denominación del género como novela de adulterio.
En ambos casos, la figura del sacerdote se vuelve indispensable: como director espiritual y como confesor, el cura lleva a límites insospechados la falta de voluntad y de personalidad en que hace caer a su feligresa.
Baste recordar el debate que suscitó durante la Segunda República la posibilidad de instauración del sufragio femenino. Victoria Kent argumentaba que la influencia de la Iglesia en la mujer era tan intensa que provocaría la votación masiva del partido conservador.
Y es que contemplando la exposición de la obra pictórica de Darío de Regoyos que presenta el Museo Thyssen, nos parece que de un momento a otro pueden asomarse a sus calles, cruzar la plaza, acceder a la catedral, descender de un tren, mirar la luna o, quizá, ocultarse a la luz de un candil, Ana Ozores,La Regenta;Fortunata; Jacinta; Doña Perfecta; Rosario; Amparo…
…Y, a favor o en contra, reflexionar sobre La España negra.
CARMEN MONTERO